Cuenta una leyenda muy antigua, que existió un reino gobernado por un monarca con un gran sentido de la justicia. A menudo, intentaban asaltar el reinado, toda clase de malhechores. La mentira, intentaba colarse disfrazada de verdad. La desolación, pretendía conquistar a los lugareños, con notas de esperanza, y la rabia, acudía cada semana al mercado, para colarse disfrazada de tolerancia.
El rey, cazaba una y otra vez, a todos los delincuentes, que buscaban alterar la paz del lugar, poniéndolos al descubierto y mostrando sus verdaderas intenciones.
Un soleado día, cuando todos disfrutaban de su fiesta semanal, algo terrible ocurrió. El sol se tapó en pocos segundos. Las nubes, invadieron el celeste del cielo y un viento intenso, arrasó con todos las guirnaldas, adornos y motivos festivos que allí había, dejando una estampa de destrucción. Todos, asombrados, se aferraban a sus pertenencias, pues nunca habían experimentado un temporal así. Se disponían a buscar refugio, cuando un golpe fuerte y seco, causó un gran estruendo que dejó al pueblo paralizado. El miedo, entró en la fortaleza.
Desde ese día, ya nada era igual. El mercado, se había tornado austero, la gente tenía miedo de que otro temporal arrasara con sus posesiones y los dejara sin nada. Se suprimió la fiesta semanal, porque nadie quería exponerse al riesgo de poder sufrir otro derrumbamiento o caída causada por el huracán. Los más pequeños, eran obligados a dejar de jugar en la plaza, cuando se divisaba la primera nube, siendo así, confinados en sus casas. Aquel lugar, alegre, divertido y pacífico, se había vuelto triste, gris y desolado.
El monarca, desesperado por haber intentado de muchas maneras, desterrar al miedo de allí sin éxito, lo mandó llamar urgentemente ante su presencia. Este acudió a la llamada con tanta seguridad que hasta asustó al rey. Después, pidió a su mejor soldado, el amor, que se acercara. Teniéndolos a los dos delante, decreto lo siguiente:
– El amor y el miedo, van a convivir hasta nuevo aviso.
El rey pensó, que si el miedo estaba junto al amor, pronto se rendiría y perdería su fuerza.
El amor, acepto el reto, con agrado. El miedo miró al rey desafiante, intentando que cambiara de opinión, pero él, como hombre justo que era, no lo hizo, y desde aquel mismo instante ambos quedaron abocados a estar juntos.
Durante meses, cada acción del miedo, era suavizada por el amor.
Si el miedo enviaba una plaga, el amor llamaba a otros animales para que acabara con ella. Si el miedo inundaba las casas, el amor abría zanjas para que el agua saliera. Si el miedo incendiaba los campos, el amor pedía a la lluvia que cayera y apagara el fuego. Sin embargo, en cada una de las batallas, aunque era el amor el que ganaba, era el miedo el que se apoderaba de la gente. Cada acción del miedo, debilitaba más a las personas y lo fortalecía más a él.
El rey, veía con tristeza como su pueblo se hundía en la desesperanza, la frialdad, y la deshumanización. Las personas, dejaron de abrazarse, por miedo a contagios, dejaron de festejar por miedo a perder y cerraron sus casas, temiendo que fueran saqueadas por desalmados que se habían instalado por allí. El miedo, miraba hacia el castillo del rey, sonriendo maliciosamente, sintiendo el poder que ejercía sobre todos los humanos. El amor, miraba con ternura, a todos, incluido al miedo.
Un día, estando juntos, el miedo preguntó al amor:
– ¿Por qué no te rindes? ¿Es que acaso no te das cuenta de que soy más fuerte que tú?
El amor, lo miró con todo su cariño y le dijo:
– Por decreto, tu y yo, vamos a seguir juntos. Todo lo que tú quieras destruir, yo lo volveré a levantar con más fuerza. Cuando tú, despojes, yo proveeré. Cuando tú enfermes, yo sanaré. Cuando tú paralices, yo moveré.
El miedo, entonces, soltó una sonora carcajada y contestó:
– ¡Yo te ganaré siempre!
El amor, se acercó a él, tanto que hasta lo vio temblar, y con suavidad le susurró:
– Sólo hasta que me recuerden.
«El miedo, es nuestro primer impulso, pero el amor, es infinitamente más fuerte».
Escrito por May Artillo.